Quien Soy

ROCÍO ASO IGUARÁN – BIOGRAFÍA NO APTA PARA PULCROS NI FUNCIONARIOS DE CORREOS

(Edición sin filtro, sin corregir y sin perdón)

«Niestzsche no tenía razón. Bad Bunny, sí.»

Mi primer logro académico fue que me echaran del Corte Inglés por llamar prostituta gramatical a una poetisa que firmaba libros como si fueran declaraciones de la renta. No me arrepiento. Fue mi primera victoria estética contra la mediocridad con puntos suspensivos.

Intenté estudiar Filosofía en la Universidad de Zaragoza, pero duré lo justo para descubrir que el pensamiento libre cabrea más que un chiste sobre el feminismo en la SER. Abandoné antes de que me domesticaran. Mi tesis jamás entregada se titulaba: «De Aristóteles a Rosalía: Ética del perreo existencial.» Spoiler: era brillante.

SOBRE MÍ (LO QUE NUNCA VERÁS EN LINKEDIN)

Fumo mentolados para engañar a la salud y a mí misma. Lo mismo ceno rodaballo a la petite meunière con vino blanco robado a un ex, que desayuno un huevo frito untando con pan Bimbo mientras veo debates de tertulianos sin talento.

Me han llamado incorrecta, antisistema, ególatra y peligrosamente lúcida. Y todo eso antes del primer café. Me gusta escribir como quien lanza un zapato en el Parlamento: sin puntería, pero con mucha rabia estética.

PREMIOS QUE NO EXISTEN (Y QUE MEREZCO)

  • Premio «Patada al Diccionario», por innovar en el uso de tacos como signos de puntuación.
  • Premio «No eres bienvenida aquí», otorgado tácitamente por cinco editoriales.
  • Finalista eterna del «Twitter Me Ha Bloqueado Otra Vez».

RITUAL DE ESCRITURA

Café frío (porque lo olvidé), cigarro mentolado (porque me creo lista), y banda sonora de fondo: Enrique Iglesias. Sí, El Perdedor es mi himno, mi altar, mi cruzada emocional. Enrique es mi underdog. El mundo se ríe de él, y yo me río del mundo.

Escribo en servilletas, edito en una máquina de escribir que heredé de un viejo alcohólico de la Arrabal, y publico desde la wifi de un bar que tiene vistas a una farmacia donde anuncian cremas Vichy.

PD: Si has llegado hasta aquí esperando redención, me das ternura. Ponte «Demasiadas Mujeres» de C. Tangana y mírate al espejo. Yo la escucho cuando quiero recordar que incluso un tipo con traje puede sonar a barrio… aunque huela a colonia de aeropuerto.

La pongo cuando escribo sobre gente que se cree especial por tener un máster en decir gilipolleces con sintaxis.

Yo también tengo traumas, pero los he convertido en estilo. ¿Y tú? ¿Aún sigues escondiéndolos en frases de Paulo Coelho?

El silencio también es cobardía.

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